Hasta los confines del párkinson A VELOCIDAD DE CUARENTENA



Un confinamiento es un encierro dentro de unos límites, normalmente como condena, un castigo. A los delincuentes se les confina en prisión. Pero también ha habido valientes que se han aventurado hasta los confines de la Tierra. Un confinamiento es una frontera. Vivimos confinados en nuestros cuerpos. De alguna forma, nuestra libertad está condicionada por nuestra capacidad física, también. Y en .este sentido, los enfermos de párkinson tenemos casi siempre restringida la libertad de movimientos.

Durante esta larga cuarentena el planeta entero ha sufrido un ritmo de vida adaptado a las privaciones del confinamiento. Las restricciones de movilidad nos han obligado a pasar muchas horas en casa, incomunicados, y sólo nos han permitido caminar unos metros. Nuestros cuerpos se han ralentizado, nos hemos esforzado en hacer ejercicios para evitar atrofiarse más de la cuenta. Nuestras mentes también se han desacelerado. Era inútil pensar mucho si podíamos hacer poco. Además, el Covid_19 no nos ha permitido hacer planes, la pandemia ha sido imprevisible y se ha tenido que gestionar sobre la marcha. El futuro, que ya es incierto por naturaleza, se nos ha presentado más inalcanzable que nunca.
Teniendo el mar a dos metros no podíamos ni tocar la orilla. Algo tan natural como bajar a la calle se ha convertido en una odisea. Abrazar a la familia es aún difícil. Y comunicarse con los seres queridos implicaba el ruido de las aplicaciones de videollamada. La cuarentena nos ha condenado al aislamiento.

Nunca hemos echado tanto de menos el mundo que tenemos justo delante. Tan cerca y tan lejos a la vez. Hemos tenido que aparcar proyectos porque aunque la imaginación vuele nuestros cuerpos estaban anclados y nuestra energía tenía que contenerse en unos metros cuadrados. Los psicólogos han advertido del estrés consecuente de la inquietud de la situación, un estrés que nada tiene que ver con la sobrecarga de actividad sino con la parálisis. Y pudiendo dormir más horas padecemos insomnio. Se parece bastante a la condición de un enfermo de párkinson en su día a día. El párkinson es una frontera permanente e intangible del quiero y no puedo.

Para algunos enfermos de párkinson este confinamiento obligado por el coronavirus ha supuesto un ritmo de vida bastante adecuado al que le obliga su enfermedad. Por una vez muchos no nos hemos sentido en el ostracismo, todo el mundo compartía nuestra lentitud. Cuando el mundo despega sin freno, algunos de nosotros nos ahogamos, incapaces de seguir el ritmo nos quedamos dos pasos por detrás. Demasiado rápido, demasiada distancia, demasiados estímulos. Nuestro tiempo corre más despacio porque nuestros movimientos son más lentos. Confinamiento también significa compartir límites. La palabra está compuesta por el prefijo latino con- que significa comunitario, sugiere una idea de encuentro, la cosa conjunta y del sustantivo finis que significa final. Ahora os podéis hacer una idea de cómo son nuestras fronteras.

Autora: Teresa Borque Badenas 

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