Si el cuerpo pide marcha, el cerebro dará marcha




Desde hace algunos años, los enfermos de párkinson contemplan su tratamiento como algo multidisciplinar. Además de los fármacos prescritos, muchos pacientes ven imprescindible cuidar su alimentación, hacer deporte y mantener su psique a salvo de contextos tóxicos y comportamientos apáticos. Sobre todo los más jóvenes. La concepción de la enfermedad ha cambiado. No es una infección a matar con pastillas, es un desorden neuronal que tiene un efecto en cadena sobre las funciones físicas y cognitivas del cuerpo, y ahí entra casi todo. Desde el movimiento de un brazo hasta la digestión, desde la concentración a la depresión. El parkinson es un trastorno integral y se tiene que trabajar de igual forma. Parece de perogrullo, pero hace tan sólo una década no se veía tan evidente. Sí, se sabía que el cerebro es el puesto de mando de todo el organismo y, sin embargo, ante de una enfermedad del mismo se trataban sólo los síntomas. Aún hay neurólogos que piensan así. Medicamentos para no temblar, deporte para fortalecer los músculos. Tranquilidad para no estresar el sistema nervioso y no provocar al amigo, como muchos lo llaman. Pero cuidar el cerebro, incidir sobre él, es mucho más que eso. Hoy se sabe que el cerebro es un órgano plástico. Tiene la habilidad de modificar su estructura anatómica y su organización funcional según responde a las experiencias o estímulos que perciba. La neuroplasticidad es de lo más prometedor que existe en neurología para los enfermos de parkinson y de cualquier otra enfermedad neurológica. Educando al cerebro, reeducándolo, uno puede formar nuevas conexiones sinápticas que sin restaurar las sinapsis dopaminérgicas perdidas sí pueden hacer el mismo trabajo.

Basándose en este principio de la neuroplasticidad ha surgido el entrenamiento deportivo cognitivo. Lo llaman Cognifit. Es una forma de entrenar el cuerpo muy de moda entre los deportistas de élite. Hacer que un futbolista  resuelva operaciones matemáticas mientras corre o que esté pendiente de dos balones a la vez refuerza sus reflejos y su coordinación intermuscular. Es decir, Leo Messi no sólo entrena sus músculos sino que entrena su cognición a la vez que sus músculos para pensar estrategias en el campo de juego mientras está rindiendo el máximo de su fuerza física. Mientras que una persona común toma entre 2 mil y 3 mil decisiones durante un día entero en promedio, un jugador de fútbol debe tomar alrededor de 6 mil durante los 90 minutos de un partido. Originalmente, el cerebro no está preparado para hacer eso. Si uno hace una abdominales, el cerebro activa las sinapsis que en principio posibilitan esa función. Pero pone en marcha otras, distintas, si la mente está memorizando los ríos de Francia. Hacer las dos cosas a la vez es un esfuerzo para el cerebro que tiene que inventar nuevas conexiones, más complejas, para su ejecución. Y eso se entrena.

Hasta hace poco se creía que el deporte intenso podría estresar a un enfermo de párkinson. Hoy numerosos estudios certifican lo contrario. Entrenando los músculos y la mente se influye en el cerebro, y contra más complejos sean los ejercicios físicos y cognitivos más diversas serán las conexiones neuronales que se generarán. El cerebro es plástico pero también es vago. Se acomoda. Si le falla una sinapsis no va a desarrollar una vía alternativa para seguir ejecutando esa función. Por eso se le tiene que estimular, provocar, retar. Y eso se puede hacer con un ejercicio físico que le resulte incómodo. Caminar de lado, hacer flexiones mientras cuentas los números hacia atrás de tres en tres, mantenerte en equilibrio con una pierna levantada y los ojos cerrados. Parece absurdo. Y, sin embargo, el cerebro trabaja. Se entrenan nuevas comunicaciones neuronales, extrañas quizás, pero sirven. El deporte no sólo puede mejorar la fuerza física, también la habilidad motora. En este sentido, tuve un entrenador que me recomendó ampliar mi lista de ejercicios más allá de la elíptica o la bicicleta estática. Los aparatos guían el movimiento, el cerebro no tiene que trabajar tanto. En cambio, los ejercicios de suelo, sin ningún tipo de apoyo, exigen mucho más en cuanto a coordinación o estabilidad. A veces, más vale maña que fuerza. Y el párkinson requiere genio y figura.

Si quieres saber más sobre neuroplasticidad, también llamada neurogénesis, y la Enfermedad de Párkinson te recomendamos este artículo 👇🏻

“Plasticidad neuronal y cognición”


Autora: Teresa Borque 

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