Rhythm & Brain

Aunque parezca increíble, dicen que hay enfermos de párkinson que bailan mejor que andan. No estamos seguros de que eso sea cierto pero sí parece ser que la música estimula el cerebro activando respuestas motoras y emocionales. No son pocos los neurólogos que han estudiado los efectos positivos del ritmo en las enfermedades neurodegenerativas. Jaume Kulisevsky, director de la Unidad de Parkinson y Trastornos del Movimiento del Hospital de Sant Pau en Barcelona, es uno de ellos. Hace un par de años su equipo ideó incluso una app con la que el paciente puede ejercitar la vocalización, la relajación y el movimiento con música según su estado físico y anímico diario. Se llama “Parkinsons”. A partir de dicha aplicación, los investigadores médicos esperan monitorear los avances de los enfermos que así lo consientan y conocer más sobre la relación de esta enfermedad con la música. 

La buena relación de la música y el cerebro ha sido investigada por innumerables estudios de nivel internacional. Oliver Sacks, que además de un melómano empedernido fue uno de los neurólogos más notorios del siglo XX, recoge su dilatada experiencia sobre este campo en su libro Musicofilia (2007). En 1966 ya había comprobado cómo la música despertaba zonas del cerebro aparentemente muertas en los pacientes de un hospital de Nueva York afectados por una encefalitis letárgica cuya epidemia acabó con millones muertos en el mundo entre 1917 y 1928, y cuyos síntomas eran parecidos a los de un párkinson muy grave. Observó cómo estas personas inmersas en un estado absolutamente letárgico, sin poder moverse, sin poder hablar, reaccionaban a la música levantándose de sus sillas de ruedas, cantando e incluso bailando. Esta historia se hizo popularmente conocida con la película Despertares (1990), basada en otro libro suyo de igual título, en la que Oliver Sacks fue interpretado por Robin Williams.La música taladra el cerebro, en un sentido positivo. Las ondas sonoras viajan por el oído y llegan al cerebro en forma de impulsos nerviosos nerviosos creando una corriente eléctrica en la corteza auditiva primaria, en el cerebelo, el tálamo, la amígdala, el hipocampo, la corteza prefrontal, etc. Es decir, se propaga tanto por las zonas más desarrolladas como en las primarias del cerebro. El científico y divulgador británico Philip Ball asegura en otro libro, El instinto musical, que no hay otro estímulo que implique de forma comparable a todos los elementos de la mente y los fuerce a entablar un diálogo.

Existe un amplio registro de pacientes que mejoran sus síntomas de párkinson con la música. Ésta actúa a modo de metrónomo para combatir la descoordinación de los movimientos, la lentitud de la marcha o los estados off que dejan al paciente clavado en el suelo. La música proporciona una pauta rítmica a la que agarrarse cuando el cerebro pierde la sincronía. Oliver Sacks invitaba a todos los pacientes de párkinson a llevar un iPod encima con sus canciones favoritas. Como cantaba Elton John, “My gift is my song and this one’s for you” (mi regalo es mi canción y ésta es para ti). Todos acudimos a nuestra canción para pasar de la tristeza a la alegría, de la alegría a la melancolía, o de la melancolía a la cinta de correr. Con la música transitamos por nuestras emociones, nos conmueve y nos mueve.

Autora: Teresa Borque 


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